En marzo de 2024, tuve la extraordinaria oportunidad de visitar el atelier de la artista contemporánea Fabienne Verdier, ubicado cerca de París. Verdier es una artista de renombre internacional con una trayectoria singular. A través de su pintura, ha revolucionado el arte gestual, creando un nuevo lenguaje corporal. Apasionada por la caligrafía, a la edad de 20 años, tuvo el valor de viajar a China para sumergirse en las enseñanzas de la pintura taoísta. Fue la primera estudiante extranjera en llegar a China después de la Revolución Cultural, una experiencia que transformó su vida por completo.
Verdier cuenta que la enseñanza de los antiguos maestros chinos la cambió profundamente, al punto de que nunca volvió a ver el mundo de la misma manera. Pasó diez años viviendo en China, cautivada por las enseñanzas de sus maestros, una experiencia que relata en su libro Pasajera del silencio, una obra íntima y llena de belleza en la que narra cómo una pintora occidental se sumerge en la cultura oriental.
De regreso a Francia, fusionó las enseñanzas de la tradición caligráfica oriental con el expresionismo abstracto occidental. Integró los tres elementos esenciales del arte oriental —la unicidad del trazo, la fluidez del soporte y la verticalidad del pincel— en su propio estilo, asimilándolos con la gestualidad corporal y los grandes formatos del expresionismo abstracto. Así, forjó un estilo personal y único: caligrafía gestual ejecutada con todo el cuerpo sobre lienzos de gran formato, expandiendo los límites del papel oriental y abriéndolos hacia el espacio. Su pintura se ha convertido en una danza, una lucha, una expresión creativa total.
Esta búsqueda de una expresión total la llevó a inventar herramientas novedosas en el campo de la pintura. La primera es un pincel gigante, suspendido del techo, sin mango y con un manillar de bicicleta, lo que le permite pintar de manera ligera y rápida sobre lienzos de varios metros de altura. Además, diseñó una herramienta similar a un molde de repostería que le permite controlar el flujo de la pintura, generando cascadas cromáticas de gran impacto visual. En el video «Walking-Painting» (http://fabienneverdier.com/db/video/walking-painting/), se puede observar cómo estas innovaciones se ponen en práctica.
Su taller, diseñado por el arquitecto Denis Valode, está construido verticalmente, alcanzando los 10 metros de altura, todo alrededor de su pincel gigante. En la entrevista que tuvimos la suerte de realizarle (disponible en https://revistas.ucm.es/index.php/ARIS/article/view/88101), Verdier explicó que la verticalidad es fundamental en su trabajo, ya que le permite conectarse con la fuerza gravitacional que da forma a todas las estructuras del universo.
Durante mi visita, tuve la oportunidad de ver el lugar donde trabaja con su “cuerpo-pincel-pensante”, como lo llama el neurocientífico Alain Berthoz en el libro Une séance de peinture entre art et science, escrito en colaboración con Verdier. Además, me mostró en primicia sus nuevos cuadros, que formarán parte de su próxima exposición en la Galerie Lelong en París en septiembre y en la galería Waddington Custot en Londres en octubre.
En esta nueva serie de retablos, Verdier ha creado grandes piezas que se abren como los antiguos retablos renacentistas. Dentro, sus trazos caligráficos capturan la esencia de la belleza en momentos de revelación estética, con títulos tan evocadores como En el bosque, El horizonte de la noche, El canto de las cigarras, A la sombra del árbol, Las raíces de la tierra, El día en que la vida tiene alas, entre otros. Los retablos se cierran con dos puertas de madera sin decorar, en un gesto de autenticidad que evoca el espíritu del Arte Povera. Este material crudo y desnudo nos prepara para el desbordante espectáculo de expresividad que se despliega al abrir el retablo, sumergiéndonos en una obra que nos envuelve y nos cautiva con su atmósfera envolvente.
Ha sido una experiencia inolvidable, de la cual comparto algunas fotos en esta entrada del blog.