De septiembre a noviembre he tenido la suerte de poder hacer una estancia de investigación en Roma con Francesco Careri, profesor de arquitectura en la universidad Roma 3, autor del famoso libro «Walkscapes, el andar como práctica estética», donde muestra cómo una actividad tan simple como caminar puede ser revolucionaria en cuanto que nos permite reinterpretar el paisaje y dotarlo de nuevos significados.
El método que utiliza lo ha denominado «transurbancia» (del latín trans = a través y urbis=ciudad) y consiste en explorar caminando, atravesando zonas vacías, los espacios negativos del desarrollo urbano, cuya expansión por módulos fractales deja inevitablemente recovecos huecos, lugares indeterminados, olvidados por la red funcional de movilidad urbana. Estos son «los mares todavía por explorar, las tierras desconocidas (Careri, 2016:24) que el autor ama explorar para después crear cartografías no convencionales, mapas psicogeográficos que resaltan los aspectos emocionales y dinámicos sugeridos por la interacción cuerpo/mente/territorio.
En esta foto, estamos realizando una exploración en el puro estilo de Robert Smithson, entre ruinas contemporáneas, rampas de autovía en construcción abandonadas, viejas grúas oxidadas, tubos de construcción olvidados y otros residuos industriales, todo esto mezclado con elementos naturales como barro, arbustos, hierbas, cultivos abandonados y, cerrando el horizonte a 360º, la urbe romana.
Nos acompañaban el grupo de artistas-activistas Stalker-Noworking, del que Careri es fundador, junto con Lorenzo Romito, otros artistas internacionales y el filósofo Guillaume Monsaingeon, fundador del sitio web «OuCarPo» («Ouvroir de Cartographie Potentielle»), el taller de cartografía potencial online donde se investiga la capacidad creativa de la cartografía.
La exploración denominada «Roma y la Selva» pasó por un campo de migrantes ilegales y por otro de gitanos Rom, mostrando cómo lo «salvaje» regenera la ciudad, cómo las brechas en el sistema, los espacios abandonados, vuelven a ocuparse de forma espontánea por los refugiados y por la naturaleza, recuperando así una vitalidad olvidada por la urbanidad gris, de cemento armado, ordenada, controlada y censurada. Lo salvaje regenera la ciudad.
Durante la deriva, encontramos una gran explanada de arena oscura y Careri improvisó una performance: todos juntos caminamos en fila escribiendo con los pies la palabra «Selva».