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He descubierto recientemente un libro que me ha fascinado: «El artista orgánico» (Promopress) escrito por el artista Nick Neddo. El autor nos muestra cómo encontrar en la naturaleza todo el material artístico que necesitamos: pigmentos, plumas de aves, pinceles, tintas, papeles, carboncillos, etc., y cómo fabricarnos todas las herramientas sin necesidad de pisar nunca una tienda de Bellas Artes. Además de reflejar su amor a la naturaleza, el autor rescata técnicas primitivas y nos muestra cómo el proceso artístico se potencia de un proceso que nace de la unión total con la tierra. El trabajo artístico se alimenta de la inmersión plena en la naturaleza. Senderismo y dibujo están así profundamente unidos, son dos actividades para disfrutar, conocer y venerar la naturaleza. «Esta manera de estar en el mundo crea un sentido de pertenencia y un amor cada vez mayor y más profundo por el mundo vivo que nos rodea». El autor nos invita a observar la naturaleza que tenemos a nuestro alrededor. No es necesario vivir en el campo o en la montaña, aunque vivamos en una ciudad, siempre encontramos pequeños «rincones» de naturaleza en los que podemos coger tierra, hojas, ramas… «La naturaleza está en nuestro alrededor, no importa si vivimos en el campo, en las afueras o en la ciudad… los mundos naturales en miniaturas existen detrás de las gasolineras y los centros comerciales…Esta manera de estar en la tierra crea un sentido de pertenencia y un amor cada vez mayor por el mundo vivo que nos rodea». Crear nuestras propias herramientas añade al proceso artístico una dimensión viva de relación con el ecosistema, como dice el autor: «A este nivel de interacción, se inicia una conversación: aprendemos a ser receptivos a la información que los materiales en bruto nos proporcionan mientras los manipulamos para darles la forma y la función que buscamos. Al final, este grado de participación en la naturaleza es un camino que nos lleva a recordar que somos parte de la historia natural y de la ecología, y no un astronauta que visita un planeta ajeno.»

El autor también habla de la importancia de tener un espacio creativo en el que nos permitimos la libertad de experimentar, sin tener que rendir cuentas a nadie. Si no disponemos de una habitación, una simple mesa en un rincón de la casa será suficiente. Pero es muy importante que exista este rincón de experimentación porque de esta manera contribuimos a que la llama de la creatividad, esencia de la humanidad, se mantenga viva y no se apague. «Sea como sea tu estudio/Taller, protégelo como el santuario de tus milagros creativos… en este espacio… date permiso para ser el creativo excéntrico que eres en realidad… Los humanos necesitamos permanecer en conexión con la creatividad para acceder a nuestra capacidad de resolver problemas. De manera que, hablando con toda sinceridad, es posible que el mundo dependa de que tú tenga ese espacio». (Nick Neddo, p.12).